sábado, 28 de marzo de 2009

EL ATENEO MADRILEÑO


Como punto y seguido a mi página de ayer sobre el acto en el Ateneo y observando una vez más, la galería fantástica de retratos y viendo la figura de Larra, me vino a la memoria que dos días antes, es decir, el 24 de marzo se cumplían doscientos años del nacimiento en Madrid del genial intelectual, escritor y periodista. Crítico profundo de la sociedad de su tiempo.
Dibujo de Emilio Jorrín

Mariano José de Larra.
Madrid 1809.1837. Hijo de un médico afrancesado, que tuvo que marchar a Francia, por lo que pasó Mariano José su juventud en Burdeos.

Promulgada la amnistía por Fernando VII, regresó a España en 1817. Estudió lengua en los jesuitas de Madrid. Comenzó las carreras de medicina y derecho. Asiduo a las tertulias literarias. Sus primeros ensayos los publicó con el seudónimo “El duende solitario”; también utilizó el de “El pobrecito hablador”, y el de “Andrés Niporesas”, y sobre todos el de "Fígaro" con el que ha pasado a los anales de la historia.

Una crónica de la Villa del 13 de agosto de 1829, recogía la noticia de la boda de Mariano Jose de Larra, hijo de Mariano de Larra y María de los Dolores Sánchez de Castro, con Anacleta Josefa, hija de Agustín Wetoret y Josefa Martínez, en la iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha.

Tuvieron un hijo, LuisMariano, y dos hijas, Adelaida y Baldomera.

Su vida tuvo caracteres típicamente románticos y un matrimonio roto.

Sus amores desgraciados con Dolores Armijo, sumado a sus fracasos también en política, con la "sargentada" que le retiraron el acta de diputado que había conseguido por Avila, le llevaron a su final trágico.

Un 13 de febrero, martes de Carnaval de 1837, en la calle Santa Clara nº2, esquina a la calle de la Amnistía, se disparó un tiro mortal. Tenía 28 años de edad.



Con relación a su hija Baldomera, hay que decir que en estos tiempos que corren de crisis económica, es motivo de alguna cita en muchas de las tertulias que se "amontonan" en todos los medios de comunicación, y no por ser hija de Larra, sino por haber pasado a la historia como "la gran estafadora":


BALDOMERA de LARRA Y WETORET.

Nacida en Madrid, hija del célebre escritor Mariano José de Larra y de Luisa Wetoret, la tercera después de Luis Mariano (escritor letrista del Barberillo de Lavapies) y de Adelaida.

Fue mejor conocida como doña Baldomera, y uno de los personajes más populares de la Villa y Corte del último tercio del siglo XIX, y ha pasado a la historia como una de las grandes estafadoras de todos los tiempos con su famoso lema “Si usted me presta una onza de oro, la devolveré dos el mes que viene”.

Fue Baldomera bien educada por su madre. Se hizo una guapa moza, rubia de amplia melena y ojos azules grandes y expresivos y tuvo muchos admiradores. Entre ellos un apuesto estudiante de medicina a punto de concluir su carrera, Carlos de Montemayor, y acabó en boda.

El brillante médico fue nombrado médico del rey Amadeo de Saboya, y que más tarde en 1873 a la renuncia de éste, tuvo que abandonar España rumbo a América y se afincó en Cuba.

Doña Baldomera se quedó en Madrid con sus cuatro hijos todavía pequeños. Después de terminarse los ahorros familiares se vio obligada a trabajar como costurera y bordadora pero los ingresos eran escasos y discurrió la idea:

Recurre a una vecina prestamista usurera y la propone: “Si usted me presta una onza, la devolveré dos al mes que viene”. Y en efecto, pasó el mes y Baldomera cumplió.

Ante semejante y redondo interés del 100 x 100, la vecina corrió la voz sobre “el milagro que había realizado doña Baldomera”. La noticia se expandió rápidamente. Tanto que la empezaron a llover las ofertas.

El negocio fué viento en popa y de la primera oficina en la calle de la Greda (hoy Los Madrazo), creó la Caja de Imposiciones en la plaza de la Paja con un apoderado Saturnino Iregüa, tres empleados, Enciso, Rojas y Casanova y un recadero, Nicanor.

Con las nuevas imposiciones iba pagando sus compromisos iniciales.

Su fama fue tal que de pronto llegó una gran cantidad de oro procedente de Esquivias (Toledo) con la idea de hacer el gran negocio, para lo cual habían vendido hasta las fincas.

Durante 3 años la Caja va muy bien, con un volumen importante de dinero (22 millones de reales, que era mucho dinero de la época), hasta que un mal día para Baldomera empezó a investigar la autoridad y de inmediato tuvo que huir a Francia.
Se abrió el correspondiente proceso, pero Baldomera había dejado dicho al administrador que la distribución del activo existente se distribuyera entre los clientes más modestos. Buena acción, por la cual muchos de ellos la perdonaron.

No obstante, al regresar a Madrid empujada por la nostalgia fue ingresada en la cárcel de mujeres en la C/Quiñones.

En la cárcel enfermó o fingió la enfermedad y fue trasladada al Hospital en donde permaneció hasta que la fue sobreseida la causa por haberla perdonado la inmensa mayoría de las personas a las que había engañado.


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