Las sonoras campanadas de mi antiguo reloj de pared, me acaban de anunciar que son las doce de la mañana y estoy entusiasmado con mi nariz pegada al cristal de la ventana contemplando la blancura de los tejados madrileños que la copiosa nevada está pintando en esta mañana blanca del día 9 de enero.
He cogido mi máquina de fotos y esto es lo que me ha regalado:
Como complemento a esta mini-crónica espontánea bajo la nieve, traigo a colación un par de versos que en su día publiqué en mi libro Voz y Paisaje:
NEVADA
En la noche no hay color,
todo es gris en la sombra.
Tú le has dado esplendor
con tu blancura que asombra.
Has pintado de blanco
el verde de la pradera.
El azul violeta del monte
y el musgo de la ribera.
Blanco es el rayo sol,
todo es blanco en la pureza.
Blanca la sonrisa infante,
blanca la gentileza.
Has pintado de blanco
es asfalto de carretera.
El polvo de los caminos,
la espadaña y la cambera.
Blanca es la leche pura.
Blanca la cabellera
de la persona madura
en su experiencia postrera.
Has pintado de blanco,
con pincelada certera,
la torreta de la fuente,
el tejado y la salcera.
Blanca es la nieve blanca.
¡Brillante naturaleza!.
Has pintado un paisaje
de abrumadora belleza.
AQUEL DIA
Aquel día de puro invierno
el frío loco corría.
Corría…casi volaba.
Hacía un frío tan frío,
que más que frío parecía
un cuchillo que cortaba.
Era tan frío aquel día
que hasta el sol se estremecía
doblegado y sin aliento,
y sus rayos se apagaban
agotados del esfuerzo.
Yo también tuve frío
y me abracé firme a tu cuerpo.
Con el roce del abrazo
saltó una chispa candente
y encendió nuestro fuego interno.
Salió una llama tan intensa
que el frío acabó cediendo.
.
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